TERTULIAS AMBATEÑAS PRIMERA PARTE FRANCISCO SUAREZ Y FRANKLIN BALLESTEROS
TERTULIAS AMBATEÑAS (Primera parte)
Por: Jorge y
Hernán Ortiz Miranda
Damos inicio a
un proyecto que busca recuperar la memoria de los ambateños, el Gobierno
Autónomo Descentralizado Municipalidad de Ambato-GADMA, la Universidad Regional
Autónoma de Los Andes-UNIANDES y como anfitrión el Diario La Hora, nos hemos
propuesto semanalmente invitar a personalidades de nuestra ciudad, a que nos
conversen sobre el Ambato de antaño, queremos que la ciudadanía, los jóvenes de
las universidades y colegios, los niños de las escuelas, se ilustren y conozcan
como fue el Ambato de mediados del siglo XX.
Francisco Suarez
y Franklin Ballesteros excelentes artistas de la pintura nos cuentan cómo era ese Ambato.
Francisco nos
dice que Ambato, en ese tiempo era una
ciudad encantadora casi sin delincuentes, a los 7 años escucho por primera
vez un crimen de un hombre que celoso le mato a su mujer con el cuchillo de trabajo, luego no volví a
enterarme de otro crimen sino después de
unos diez o quince años, es decir Ambato
era una ciudad tranquila, donde las personas nos conocíamos, a veces sin ser
amigos sabíamos quiénes eran, donde
vivían, con quienes se llevaban, cuáles eran sus amigos, estoy hablando de 1942 cuando empiezo a tener razón; nací en la Araujo
y Lalama en una casita que acaban de botarle hace uno tres meses, esa calle era
de tierra, ahí nos reuníamos los peloteros de nuestra edad, les hablo de los
equipos de la Primero de Mayo, de la Industrial
Algodonera, a veces jugábamos con jorgas como el Juventus, el Archí
Roma, el Sevillano, el Nacional entre otros, inclusive una pierna fuerte era
motivo de peleas, pero enseguida seguíamos siendo amigos.
Franklin se
refiere a que nació por donde ahora es la policía, hasta hace poco había la
ferretería Atahualpa ahí tenía el taller mi papá, casi siempre pasaba en su
mecánica, como regalo por pasar el kínder en la escuela, me regalo un overol
con la pechera y los espacios para poner las herramientas, yo le ayudaba a
reparar los carburadores, tenía 6 años y
cuando algún tornillo no podía aflojar le pedía que me ayude,
arreglaba los carburadores y luego los limpiaba, les armaba de nuevo, y eso para mí era un juego permanente.
En el año 47
empecé a dibujar, mi mama me recortaba las cartulinas en las que me pasaba
dibujando, colocaba una estera bajo los
carros, había un carro muy alto sus llantas eran rin 28, ahí dibujaba; al
taller venían grandes automovilistas como Lucho Larrea, Alfonso Espinoza, Jimy
Salazar, a todos los corredores que
venían hacer arreglar los carros, yo les dibujaba; recuerdo que en el año 47,
salió Lucho Larrea aprobar su Ford modelo 40 con el número 78, ese número lo
hice yo y quedo bonito, le fueron a ver probar el carro el Jefe de Tránsito, el
Alcalde, el Presidente del Consejo Provincial y medio Ambato se reunió en la
mecánica, con mi hermano Enrique nos
subimos detrás de los asientos y sentados en el tanque de gasolina que era de 65
galones nos escondimos ahí, la gente le
aplaudía, cuando salió pensábamos q íbamos a ir hasta Huachi, pero no, fuimos a parar en Riobamba y Espinosa que
estaba como copiloto entre risa y serio le molestaba “oye loco dale, porque quitas el pie del
acelerador” y el Lucho Larrea aceleraba
hasta llegar a 200 en su velocímetro,
llego a Riobamba y se fue hasta donde su rival Jimy Salazar y el loco le grita “chagra,
chagra ya vas a ver en la carrera”,
regresamos pero igual venía a toda velocidad, ida y vuelta lo hizo en una hora a pesar del
camino ser empedrado, cuando llegamos nos bajamos con el suco medio asustados
pero eso no lo olvidare nunca, recuerdos de la mecánica y de los carros de
carrera.
Francisco dice,
lo primero que aprendimos cuando éramos pequeños es a confeccionar las pelotas de trapo con los
desperdicios de la Industria Algodonera, eso nos fue dando más identidad con el
asunto deportivo, pero tuve la suerte de haber tenido a Aníbal Villacis un
hombre extremadamente pobre como amigo, él vivía en la calle Lalama y Rocafuerte
a dos cuadras de mi casa, permanentemente le veía dibujando, entraba a su
pequeño taller que era de 2 x 2, luego fue mi profesor en el liceo Montalvo con
Ítalo Peroglio, los dos llegaron a tener trascendencia como pintores a nivel nacional, quizá ahí
sentí el flujo de la parte artística,
porque Aníbal Villacis, fue un hombre que le encantaba estar dibujando todo el tiempo, solicitaba a sus
alumnos cuatro pliegos de cartulina,
nosotros felices con tal que nos dé un dibujo, dibujaba temas indígenas y de toreros,
el empieza como pintor, decorando para navidad ollitas, cocinas, él era el
encargado de hacer florcitas y figuras
decorativas en cada una y así se ganaba la vida, cuando yo estoy en el Liceo
Montalvo en tercer grado el asoma
como torero y un afiche inmenso aparece
en el parque Montalvo, en el hay una
frase que dice: yo no solo pinto, también toreo, pero la verdad sea dicha,
cuando llego a la plaza de toros a penas se paró en la plaza se enfermó y ahí
se acabaron los toros, pero él ya nos dejó el gusanito del mundo artístico. Homero
Soria también era profesor de Dibujo en el Liceo Montalvo, fueron entonces tres
extraordinarios profesores los que tuve, pero quizá mi mejor maestro fue mi
padre, porque el debió haber sido un
maestro dibujando, pero la dureza de la vida, le margino y tuvo que dedicarse al taller,
pero yo no me avergüenzo de nada, porque veo que mi padre fue un hombre
excepcional en todo sentido de la
palabra ético, moral y cívico, sus principios y valores nos inculco a sus
hijos. Los Suarez éramos una familia con tradición, algunos antepasados
estudiaron en Quito, mi padre tenía una letra extraordinaria, algo que nos
enorgullece y que nos dejó como legado su libro de medidas que es excepcional,
mi papa tuvo un taller de sastrería primero
en la Bolívar y Lalama en la casa de un señor Castillo, luego en la Mera
y Bolívar, después cerca de la Botica
Ecuador en la Juan Benigno Vela.
Una travesura de
Franklin se transformaron en las caricaturas de los profesores del Bolívar,
siempre me sentí emocionado haciendo caricaturas, pero también tuve opositores,
que decían que no eran rasgos notables de una persona; me siento feliz trabajando con la caricatura,
me olvido de todo, recuerdo que estuve
en quinto año del colegio y el Dr. Carlos Sevilla Cepeda nos daba clases de Ética
y Lógica, eran fabulosas, su forma de hablar, de gesticular, de dirigirse a los
alumnos, era fuera de lo común, aproveche el momento que nos daba la clase y le
empecé a dibujar, como siempre al dibujar nunca veo al papel sino a la persona
que está al frente; sin embargo, el Dr. Sevilla se había dado cuenta que le
estoy dibujando, apenas le vi acercarse puse la cartulina debajo del pupitre y
me quede quieto, me dice que estuviste dibujando enséñame, le entrego y me dice
a la salida nos vamos al rectorado, ya no pude estar tranquilo, al final fuimos
donde el Rector era el Dr. Alonso Castillo,
pasamos por el patio y subimos a la oficina, salió el rector a recibirle y
dice que hace Dr. Sevilla, como así esta grata visita, mientras yo dictaba la
clase de ética y lógica, Franklin Ballesteros me estuvo haciendo una caricatura
sin atender la clase, pero he venido a conversar con usted lo siguiente, le
vamos a poner como penitencia para no castigarle, que de aquí a 3 meses que es la fiesta del estudiante, Franklin
realice una exposición de las caricaturas de los profesores del colegio,
entonces lo que parecería castigo se transformaba en premio, yo me emocione y
dije estoy feliz que me hagan ese encargo, el Dr. Castillo dice y cuál es la caricatura que le estuvo
haciendo, saca del maletín porque ahí lo había guardado y le enseño al Dr.
Castillo que se reía y reía, dice muy bien Dr. Sevilla está muy bien, me dio la
mano y el compromiso estaba hecho para la fiesta del estudiante, no todo fue
color de rosa, algunos profesores aceptaron, otros lo hice de lejitos, pero termine
las caricaturas y presente la exposición, la cual fue motivo de felicitación.
(La
próxima semana continuamos con la historia.)
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